Pedro Forno Macchiavello llegó a Valparaíso en 1903 y legó a sus descendientes su genético talento para los negocios. Dos generaciones después, operan una exitosa compañía de transporte.
En la acogedora hermosura de la provincia de Génova, a mediados del siglo XIX, cuatro varones Forno se unieron con cuatro muchachas Macchiavello y un hombre de esta última estirpe se casó con una joven de la primera. Es el origen de una familia con numerosas ramas y profunda raigambre en esta zona.
De ese tronco procede Pedro Forno Macchiavello, nacido en 1888 en la hoy turística localidad de Santa Margherita di Ligure, bañada por las aguas del Mediterráneo y destino ideal para unas vacaciones soñadas.
A fines del siglo antepasado la realidad era harto menos glamorosa para esta familia con 15 hijos, de los cuales 13 sobrevivieron. Pedro era uno de ellos. Cuando tenía sólo 15 años escuchó aquello de hacerse la América y se embarcó para conquistar un mejor destino.
Seguramente tuvo que soportar uno de los largos y sacrificados viajes transoceánicos de la época. Pero tras desembarcar debió enfrentar uno todavía más duro, porque para llegar al puerto chileno parecido a su Génova natal que estaba al otro lado de la cordillera tuvo que atravesar en mula el frío y escarpado cordón montañoso.
Llegó sin novedad a su destino. Un Puerto donde a fuerza de tesón y coraje iba a forjar para los suyos una vida cómoda, tranquila y sin sobresaltos. Era 1903 y Valparaíso latía con la intensidad del gran emporio comercial del Pacífico que todavía no pasaba por la prueba del catastrófico terremoto que lo devastaría tres años después. Tampoco por la construcción del Canal de Panamá.
LA AVENTURA DE SURGIR
No tenía un peso, pero sí juventud, salud, ingenio y un espíritu de trabajo a toda prueba. No era poco. Se empleó primero en uno de los clásicos y enormes emporios italianos que poblaban el plan de la ciudad, en el sector de Condell con la subida Ecuador.
Ordenado y ahorrativo, pronto pudo independizarse y junto a su amigo José Figari instaló un negocio en el cerro Los Placeres. Pero su espíritu inquieto lo impulsó a concretar nuevas iniciativas.
Se fue a Teno. Más que por los negocios -allá tuvo panadería y hornos para hacer carbón- este traslado fue providencial por otra razón: allá conoció a quien sería la compañera de su vida, Luisa Italia Bissi Tassara, obviamente descendiente de italianos, quien además había nacido en Valparaíso.
La pareja se casó en Santiago en 1923. Allá recibió a su primer hijo, Luis. Pero el padre comenzó a sentirse cautivado por la idea de volver a Italia; dejó su nuevo negocio -que tenía 14 empleados- en manos de un socio y emprendió con su pequeña familia el viaje al país con forma de bota.
En 1925, en Santa Margherita di Ligure, construyó una auténtica villa que bautizó con su apellido. Pedro y Luisa Italia recibieron allá a una nueva integrante de la familia, Olga. Pero el encargado chileno del negocio desistió de seguir al mando y así se los hizo saber a la distancia. Los Forno Bissi, entonces, dijeron adiós a su reluciente villa italiana digna de postal y emprendieron la travesía de vuelta a Chile. Esta vez para siempre.
DE SANTIAGO A LIMACHE
Mientras tanto la familia crecía y crecía. En el Santiago de los años 30 nació el tercer Forno Bissi, Silvio, pero el padre no se quedaba quieto en su segunda patria.
Pronto hicieron las maletas y se trasladaron a Limache, donde Pedro incursionó en el rubro vitivinícola y compró la quinta Villa Baghatelle, con tres piscinas y árboles tan antiguos y frondosos que parecían de leyenda, como recuerda nítidamente su hija Olga, que fue dueña del legendario Café Hesperia de Valparaíso.
Los hermanos Luis, Olga y Silvio, educados en la Scuola Italiana al igual que los más pequeños, tenían toda la quinta para ellos. Y una nueva guagua llegó a la familia, Edda. Había espacio para muchos niños.
El espíritu inquieto del jefe de familia no daba respiro y en ese tiempo también pasaron por Villa Alemana y Quilpué. En esa época nació el benjamín, Renato, luego de lo cual los Forno se trasladaron al barrio Almendral de Valparaíso, donde el padre instaló una enorme bodega de vinos en sociedad con su hermano Luis.
Pero el destino interrumpió bruscamente la intensa actividad del empresario. El 17 de febrero de 1954 murió a causa de un infarto. Su hijo menor tenía sólo 17 años, aunque todos sus hermanos habían formado sus propias familias.
NUEVAS GENERACIONES
Renato Pedro Forno Bissi siguió viviendo con su madre y cuando todavía era menor de edad se interesó por el transporte. Compró su primer bus y lo incorporó a la popular línea 15 que cubría el servicio entre Viña del Mar y Valparaíso. Más tarde incursionó también en el transporte de carga.
A esas alturas ya había conocido a Raquel Cambón Otuna, descendiente de francés y española, y educada en las Monjas Francesas. Era la época en que los inocentes pololeos comenzaban cuando los grupos de muchachas y muchachos daban una y otra vuelta para mirarse en la Plaza Victoria, costumbre que Pedro Forno denominaba con itálica simpatía “la trilla”.
Renato y Raquel iniciaron un noviazgo que los llevó al altar el 22 de noviembre de 1959. Se casaron lógicamente en San Juan Bosco, la parroquia donde se sellaban los principales hitos vitales de la colectividad italiana.
La pareja se instaló en los altos del Banco Italiano de Chacabuco con Uruguay. De su unión nacieron Maritza, Verónica, Renato y Renzo.
Al igual que su padre, Renato también cambió de rubro. Vendió los vehículos y compró la botillería “La Felicidad”, en el corazón de la avenida Francia. “Era un estupendo negocio”, dice Raquel, quien recuerda como si fuera hoy el frenético trajín que se vivía en el negocio las noches de Año Nuevo, y cómo los billetes desbordaban literalmente la caja registradora.
BUSES EMBLEMÁTICOS
Pero Renato vendió “La Felicidad” y regresó a su otra fuente de gran alegría: el transporte. Volvió a comprar buses, creó con otros fundadores la conocida línea “Sol del Pacífico”, de la que fue activo dirigente, y encabezó el desafío de construir el terminal de Playa Ancha.
Solía llevar al mayor de sus hijos varones -Renato- a la oficina, esperanzado en contagiarle el amor por el rubro, una de las pocas cosas que no consiguió. Tempranamente adquirió los emblemáticos Mercedes Benz de la época, que según los entendidos fueron los mejores motores y chasis para buses en Chile. Luego, en 1978, compró los primeros Pegaso que operaron en Valparaíso, aquellos enormes buses de color rojo y crema que daban estertóreos frenazos. Aprovechó para poner uno a nombre de sus cuatro hijos.
El empresario estaba enteramente dedicado a esta actividad cuando lo sorprendieron los primeros síntomas de la enfermedad que el 2 de febrero de 2006 lo separó para siempre de los suyos.
Renato, el niño al que no le gustaba el transporte, se había hecho cargo de la actividad de su progenitor mientras él estaba enfermo y ahora es el gerente de Transitalia, la compañía familiar que opera Euro-Express, con servicios de transporte de pasajeros entre Valparaíso, La Calera, Quillota, Olmué y La Dormida y su recordado y nostálgico Limache.
Raquel Cambón viuda de Forno, junto a Renzo y Renato, y a tres de sus seis nietos, integran la empresa que maneja 43 buses, en su gran mayoría propios, la cual traslada un promedio mensual de 250 mil pasajeros, y terminan de concretar una nueva inversión de material rodante por una millonaria suma. Un logro que a sus nonos -Pedro, Luisa Italia, Julio y Ana- les hubiera encantado celebrar.
LA TÍA OLGA
Una de las figuras más entretenidas y queribles de esta familia es Olga Forno Bissi, gran viajera y mujer de mundo que durante 20 años manejó con mano de hierro, junto a su fallecido esposo, Vladimiro Zanacchi, el conocido Café Hesperia ubicado junto a la plazoleta que hoy separa avenida Francia del Parque Italia. Enérgica y trabajadora, no dudó en incursionar ella misma en las masas, los adornos y los rellenos de tortas y pasteles cuando se les fue el maestro alemán que los secundaba. Era también una de las pocas mujeres que manejaba su propio auto, en el que solía lleva a la playa a sus sobrinos Forno Cambón, quienes la adoran.
LOS GAMBÓN OTUNA
Al igual que su marido, Raquel Cambón Otuna integra la primera generación chilena de su familia de origen francés e hispano, ya que su padre, Julio, emigró con sus progenitores cuando era muy niño. Aquí formó su hogar con Ana Otuna, descendiente de españoles, quien le dio cuatro hijos: Julio, Luis (ya fallecidos), Mónica y Raquel. Incursionó en prestigiosos y conocidos negocios de Valparaíso, como la Casa Cambón, y durante mucho tiempo fue el primer y único agente de Cemento Melón en el Puerto.
Por Rosa Zamora
El Mercurio de Valparaíso
Martes 5 de mayo de 2009
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