lunes, 11 de octubre de 2010

RAÍCES: POR TODD TEMKIN.

Hace unos quince días, me quedé dormido con la tele prendida. Horas después, me encontraba en un sueño profundo que fue bruscamente interrumpido por "Starsky y Hutch" hablando en italiano. Me levanté, bajé el volumen de la tele, tapé a mi mujer con una frazada, y herví agua para tomar mi primer té del día. Minutos después, abrí la cortina de nuestra apartamento para apreciar la espectacular vista del amanecer sobre Manarola, un pueblo de pescadores y viñateros artesanales, ochenta kilómetros hacia el sur de Génova.
Foto: Manarola.
En Manarola, los montes Apeninos rematan bruscamente en un gran fondo azul. Se trata de un espectacular encuentro entre mar y cordillera, parecido a los profundos acantilados al sur de Valparaíso camino a Laguna Verde. Hace más de mil años, los primeros residentes llegaron allí convencidos que se podían domar las palizadas cultivando uva y olivo. Excavaron terrazas en las rocas, los cuales unieron con escaleras de piedra. Tales cultivos milenarios se mantienen más o menos iguales hoy.
Como no hubo caminos, toda comunicación con Génova hacia el norte, y La Spezia hacia el sur, se hizo por bote. A partir del siglo 11, aparecieron tanto el pueblito de Manarola como sus cuatro aldeas hermanas: Monterroso, Vernazza, Corniglia, y Riomaggiore, todos de ensueño, y hoy conocidos en su conjunto como Parque Nacional Cinque Terre, patrimonio cultural de la humanidad.

Este es la Liguria profunda, la tierra que dio luz a los versos del Premio Nobel Eugenio Montale (1896-1981):
los poetas laureados
se mueven sólo entre las plantas
que nadie conoce: acantos, bojes ligustros.
Yo, por mi parte, prefiero a mis pequeños callejones
que conducen a los herbosos fosos
donde en charcos medio secos aferran los muchachos
alguna anguila esmirriada.

Para conocer a Valparaíso hay que profundizarse en sus raíces. Esto significa conocer a Liverpool y Bath, a Hamburgo y, por supuesto, la Liguria.
El ligure, más que el toscano o el lombardo, es un hombre de mar. Lo orienta y lo define. Convive estoicamente con la tormenta. Conoce bien a la tragedia. Es de las regiones más chicas de Italia y es, lejos, la más geográficamente accidentada. No es extraño que el ligure, llegando a Valparaíso, se siente en casa.
Aunque Manarola tiene menos de mil habitantes, su laberinto empinado me recuerda un poco de los cerros Santo Domingo y Polanco. La infraestructura vial, eso si -tanto las escaleras como los pasajes- son impecables. Pero, ojo: no existe un culto falso a la perfección. No es EE.UU. Se trata de un lugar auténtico, con mucha ropa tendida y casas a medio pintar.
Foto: Valparaíso.
Los cerros están llenos de pequeñas plazas escarbadas, parecidas a nuestros miradores. En la plaza frente de nuestra villa, vimos todos los días un abuelito copuchando con las "nonas" del barrio, coqueto, disfrutando el atardecer.
Se ha dicho que investigar las raíces de Valparaíso es una tarea de nunca acabar. Me consta que sea así. Pero moriré feliz en el intento.
Todd Temkin
Presidente Fundación Valparaíso
Fuente: El Mercurio de Valparaíso.

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