viernes, 18 de marzo de 2011

LA HISTORIA DE LA FAMILIA CAIMI, PIONEROS DEL CERRO CASTILLO.


A comienzos del siglo pasado, el joven Giuseppe Caimi vino a América en busca de nuevos horizontes. La situación en su patria no daba para más; había perdido a su padre y tenía que velar por su madre y sus hermanos. Llegó a Buenos Aires pero no le gustó y cruzó la cordillera a lomo de mula. Se instaló en el cerro Castillo. Nunca más se fue.


Acomienzos del siglo pasado, las cosas no estaban bien para la familia de Giuseppe Caimi, oriunda de Olgiate Olona. Su padre había fallecido y los conflictos políticos y militares del tiempo de unificación de Italia habían quebrado la economía, con su secuela de escasez, pobreza y hambre.

Tras meditar largamente en busca de una solución, el joven se despidió del molino familiar que era fuente del sustento de los suyos; del río Olona, que le dio el nombre al pueblo, y de las hermosas montañas de la región lombarda, para emprender la mayor aventura de su vida: hacer la América.

No llegó a Chile, sino a Buenos Aires, y se integró a una familia italiana ante la cual estaba recomendado. Se dedicó a trabajar en el comercio y no le fue mal, pero por más que trató, nunca pudo acostumbrarse en la capital trasandina.

Hasta que un día conoció a unos milaneses que regresaban a Argentina después de haber trabajado en Chile, país del cual le hablaron con entusiasmo. Giuseppe no necesitó oír más para preparar viaje a Mendoza. Todavía no existía el Trasandino ni otra ruta que no fuera la senda de las mulas, y así fue como este emprendedor, voluntarioso y sacrificado inmigrante atravesó la gigantesca cordillera de Los Andes.

Hasta el día de hoy sus descendientes no entienden por qué se radicó en el cerro Castillo, pues en esa época, 1904, el corazón comercial de Chile latía en Valparaíso. En cualquier caso, fue uno de los vecinos pioneros de ese tranquilo barrio viñamarino, donde más temprano que tarde instaló el almacén "La Flor de Italia", en Balmaceda con Prat.

EN BUSCA DE BIANCA
Para entonces, la nostalgia de la novia lejana se le volvió insostenible. Resuelto y decidido, Giuseppe abordó la embarcación que lo llevaría a reencontrarse con la patria y el amor. El 12 de noviembre de 1914, la joven Bianca Croci se convertía en su mujer.

La pareja no regresó sola, ya que el jefe de familia trajo consigo a Chile a sus dos hermanos, María y Antonio, como también a su prima Giovanna, quienes se instalaron en Viña del Mar.

La familia Caimi Croci empezó a crecer en 1915 con la llegada de Olga, su primera hija, a quien siguieron sus hermanos Italo, en 1919; Aldo, en 1920, y Héctor, en 1922.

Todos eran pequeños cuando se incendió "La Flor de Italia". De un momento a otro, don Giuseppe vio convertirse en cenizas el fruto de casi dos décadas de duro trabajo y esfuerzo para brindar a los suyos un buen pasar.

Pero la perseverancia y el empuje de un emprendedor que ha cruzado la cordillera a lomo de mula para concretar sus sueños, renació con nuevos bríos. No pasó mucho tiempo antes de que la familia inaugurara el Emporio Nacional, en la misma calle y en el mismo barrio, Balmaceda con República.

LOS VERDES AÑOS
Los hermanos Caimi Croci pasaron en el cerro Castillo la mejor de las infancias. No sólo iban a la cercana Caleta Abarca, paseaban en burro cuando este singular transporte llevaba leña a su casa y hacían méritos para que les dieran permiso para ir al cine Rialto. También escapaban de la vigilancia materna cuando los grandes temporales sacaban de su curso al Marga Marga y había boteros que trasladaban a la gente.

"Lo pasábamos muy bien y teníamos un lote de amigos", cuenta con alegría retrospectiva el industrial Italo Caimi Croci, quien nunca olvidará el estreno de la película "Tarzán, el hombre mono", con Johnny Weissmuller, que él y sus hermanos presenciaron de pie, con regocijado asombro, en el repleto Rialto.

Pero no todo era divertirse. Los niños tenían que ayudar en el negocio y no era raro verlos repartiendo mercadería en canastos. La modernidad llegó junto con las bicicletas.

Los hermanos estudiaron en el colegio Salesiano, que impartía hasta tercero de humanidades, y terminaron la secundaria en el liceo. Italo y Héctor siguieron ingeniería civil química en la Universidad Católica de Valparaíso; Olga no pudo estudiar pedagogía como hubiera querido, porque era impresentable que una joven de su época viviera sola en Santiago; y Aldo continuó con el negocio de su padre, en el mismo cerro Castillo, donde instituyó la conocida quema de Judas y fue un vecino respetado y muy querido, hasta el punto que centenares de personas que desbordaron la iglesia del barrio lo despidieron en sus exequias, en el año 2004.

OTRA VEZ EL FUEGO
Italo Caimi se recibió en 1943 y sus primeros trabajos, siempre en forma independiente, estuvieron vinculados al rubro textil, de donde derivó a la fábrica de cuero sintético actualmente instalada en Casablanca, que ya traspasó a sus hijos y de la cual se ha ido retirando calmadamente, aunque mantiene el cargo de presidente del directorio.

Casado el 11 de enero de 1948 con Alicia Solari, la pareja tuvo cinco hijos: Italo, ingeniero civil industrial; Teresina, profesora de Música; José, odontológo; Virgilio, ingeniero civil bioquímico, y Renzo, ingeniero civil mecánico. Todos ellos le han dado 19 nietos y un bisnieto de pocos meses, que vino al mundo en Estados Unidos.

Increíblemente, a él le ocurrió con su fábrica lo mismo que a su padre con "La Flor de Italia" en los años 20. Se incendió completamente. Estaba instalada en 3 Oriente con 13 Norte, así es que toda la familia vio desde su casa de 10 Norte cómo las llamas destruían la industria, en octubre de 1973.

"Teníamos unos cuarenta trabajadores. Al día siguiente, en medio de los escombros, yo les dije que había dos posibilidades. Nos hundíamos todos o cambiábamos temporalmente las herramientas por palas y carretillas y reconstruíamos la fábrica. Nos demoramos seis meses", recuerda emocionado por la enorme responsabilidad con que sus empleados asumieron este desafío.

Perseverante y emprendedor como su padre, Italo no ha dudado en incursionar en otras áreas, como el arte. Un día se preguntó cómo sería pintar, y su esposa le consiguió hasta un taller para que fuera a clases. Cuatro años estuvo estudiando pintura y en varias navidades los regalos para sus hijos fueron cuadros de su autoría.

Claro que también ha tenido que sufrir grandes dolores, como la muerte de su esposa, en 1996, cuando estaban muy cerca de cumplir cincuenta años de matrimonio. Fue un golpe devastador que lo obligó a recurrir a todas sus fuerzas para seguir adelante, pero cuyas huellas están ahí, todavía.

Un recuerdo tan querido e indeleble como el ejemplo de su padre, el joven italiano que fundó en la lejana Viña del Mar una estirpe de hombres y mujeres profundamente comprometidos con el destino de su ciudad y de su país.

Por Rosa Zamora
El Mercurio de Valparaíso
Domingo 3 de junio de 2007

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Giovanna (Giannina) era hermana de Bianca, no su prima, ambas de apellidos Croci Colombo,
Giannina era mi abuela materna y casada con Pietro Almasio Caimi, primo hermano de Giuseppe Caimi Almasio

Gabriel Simón dijo...

Hola, perdón si mi comentario es ajeno a los intereses del blog. Mi nombre es Gabriel Simón, de Mendoza (Argentina). Me hospedé en tres ocasiones en unos departamentos al fondo de la casa de la familia Caimi en calle República al 17, entre los años 1985 y 1988. Creo que se trataba de Aldo Caimi y su señora esposa. Tenían un negocio sobre Calla Balmaceda si mal no recuerdo. Una familia hermosa, generosa, hospitalaria, solidaria. Conocí a los hijos de la familia, y tuve más relación de conversación con Nino que ha de tener entre 65 y 70 años ahora.
He estado buscando información sobre esa familia porque tengo un muy grato recuerdo, fueron muy cariñosos conmigo y luego mi familia. Cerro Castillo en sí, es maravilloso, pintoresco, hospitalario, tranquilo.
En fin, si alguien de la familia de Aldo Caimi quisiera tomar contacto, dejo mi e-mail: gabsimon@gmail.com

Javier Mujica dijo...

Una persona muy querida y respetada don Aldo.Fui residente del edificio roca blanca en el cerro Castillo en los años 90 y don Aldo nos abastecía con sus productos.Actualmente en la plaza del cerro Castillo al lado de la parroquia hay un busto de don Aldo en su memoria.